Historias :: Rally Aysén Patagonia. «El polvo y la sangre»
Hace unas semanas tuve el privilegio de viajar hasta Coyahique en la Patagonia chilena, para asistir a la presentación de la nueva Hightower de Santa Cruz Bicycles y a la vez para servir de conejillo de indias para el Rally Aysén Patagonia, que celebrará su primera edición el próximo año. Si quieres saber de que va el Rally desde un punto de vista más Ãntimo solo tienes que seguir leyendo. Si por otro lado, quieres conocer la carrera desde un punto de vista más técnico, solo tienes que hacer clic aquà y leer la entrevista con MatÃas del Solar el Race Director del Rally Aysén Patagonia.
Fotos: Gary Perkin / Mata Riveros
Pregúntale al polvo. Siempre. Como decÃa John Fante en su novela. Porque el polvo es la única señal que te recuerda que has estado allÃ. El polvo y la sangre. La sangre que dejas en la tierra para que el ciclo nunca se cierre. No viajo sin sangre del mismo modo que no vuelvo sin polvo. Y asÃ, semanas más tarde le pregunto al polvo. ¿Donde he estado? ¿Porqué tengo cicatrices? ¿Porqué ya no soy el que era? Y el polvo me dice que me acerque a él y lo huela. Y al olerlo vuelvo de nuevo, retomo las mismas sensaciones que tuve en ese momento. Del norte de Europa al sur de América. Para buscar el polvo que aquà esconde la nieve en un ciclo de frÃo interminable.
Y Patagonia me recibió intensa. Amarilla como un filtro eterno de Instagram. Calurosa y cálida de acento español. Bienvenido a Chile. Bienvenido. El aeropuerto de Coyhaique me recibe como una familia en el salón de casa. Con la mesa llena de platos y la televisión encendida. Porque subir a un avión en la frÃa y aséptica Noruega y bajar del mismo donde la sonrisa de la gente te hace sentir como en casa, es algo que el polvo me dijo. Llegarás allà y estarás en casa. Abrirás la boca y estarás en casa. Porque hablar el mismo idioma te acerca de manera inmediata al que tienes al lado. Y una primera palabra te hace amigo sin conocerte. Porque el español no es de España. Es de todo aquel que lo habla. Y en Chile cambié el «coger» por el «agarrar». Y ellos reÃan porque decÃa «joder», «hostia puta» y «cojones». A los chilenos les gusta lo mucho que los españoles exageramos los insultos. Y yo terminé diciendo «hueón» para sentirme chileno aunque fuera por un instante. Si les voy a robar su polvo, que al menos me presten su insulto, cabrones…
El Rally Aysén Patagonia no fue una competición. Ni siquiera fue una presentación de la flamante Hightower de Santa Cruz. Quizá fue tan solo una excusa para regalarnos un capÃtulo de vida a todos los que allà estuvimos. Juntaremos a amantes de la bici de todo el mundo en Coyahique. Y les daremos una Santa Cruz y les diremos que pedaleen fuerte. Lejos, luchando contra el reloj. Y les haremos tragar polvo. Y piedras. Y sangre. Para que sientan que la Patagonia Chilena ha dejado de ser una foto de la oficina de turismo, para ser una cicatriz en un pequeño rincón de su memoria. Y asà lo hicieron. Y asà lo hicimos.
La habitación del hotel de Coyahique olÃa a lo que huelen las habitaciones de hotel. A una mezcla de detergente con lejÃa para lavar sábanas, a moqueta húmeda y a un aire acondicionado viciado de si mismo. A eso y a pereza. Un hotel que te resignas a dejar cuando llegas, pero al que no quieres volver cuando todo termina. Porque volver a dormir en una cama significa que el Rally Aysén Patagonia ha terminado. Y no quieres que termine. Claro que no. No importa si no logras dormir por la noche, no importa si el frÃo te paraliza dentro de tu saco, no importa si el ruido de los animales te despierta irremediablemente. Nada importa cuando sabes que al dÃa siguiente tu plan es pedalear. Como lo fue ayer. Como lo será mañana. Has venido a Chile a dar pedales, no a pedir el desayuno al servicio de habitaciones.
Cuatro dÃas. Tres noches. Cuatro dÃas que empiezan con algunas caras conocidas y otras que acabas de conocer. Porque pedaleando siempre hay alguien que va a tu mismo ritmo. Muy fuerte, muy lento. Da igual. Siempre hay alguien que deja de ser un conocido para ser tu mejor amigo en Patagonia. Y durante cuatro dÃas aumentas tu cartera de amigos en tiempo real. Sin algoritmos de Facebook de por medio que te empujen amistades innecesarias. Y al segundo dÃa ya sabes con quien te juntas para subir mejor, o quien lleva tu ritmo bajando o simplemente con quien tienes más en común. Porque aunque llevamos un chip en el brazo para controlar los tiempos, no llevamos un chip para controlar nuestras amistades. Y en eso el Rally es una máquina de generar ‘likes’ de emociones. Conocer gente mirándote a la cara y hablando. Tal y como se ha hecho siempre, pero encima de una bici. La misma para todos. La Hightower de Santa Cruz.
Y de vez en cuando te paras a pensar que estás a miles de kilómetros de tu casa y que unos cuantos desconocidos, que ya  nunca lo serán más, se han dejado las manos en las herramientas limpiando los caminos para ti. Como que fueras alguien, como que te merecieras pedalear sobre alfombras de tierra. Pero no eres nadie y quizá no te lo merezcas. Pero estás ahÃ. Satisfaciendo el objetivo de fotógrafos increÃbles que te darán un recuerdo de por vida en formato raw. En crudo. De la misma manera que se monta en Aysén. Sin saber lo que va a ocurrir después de esa curva, sin saber si vas demasiado rápido o demasiado lento. Todo lo que pasa bajo tus ruedas es desconocido y fascinante al mismo tiempo. Pasar por un camino que ha sido acariciado para que se porte bien contigo. Un camino por el que no volverás a pasar, pero que ya es tuyo. Para siempre.
El polvo y la sangre. Dentro de mis pulmones hay polvo Patagónico que morirá conmigo. Capas y capas que ocultaban lo que estaba pasando debajo de mis ruedas del mismo modo que no me dejaban ver más allá del manillar. Y aún asà querÃamos correr y no parar. Como una inercia ciclista que te impide respetar la falta de visión. Adrenalina bombeada que sabe que detrás del polvo está la sangre. Y allà estaba. Y allà la dejamos. Como un sello más en nuestro pasaporte que aseguraba que nuestra estancia chilena no habÃa sido solo para beber pisco y hacerse selfies como imbéciles. Chile solo se puede vivir con intensidad y con pasión. Como sus gentes. Unos chilenos implacables que se ganaban tu confianza desde el primer apretón de manos. Como tiene que ser. Como fue. Como siempre será.
Wow ! Este weon es todo un poeta!!imposible viajar más próximo
Excelente artÃculo, apasionado! Se la mamo con el relato! Felicitaciones
Q tremendo ArtÃculo Alberto! Gracias por compartirlo
Gracias Nico! Un placer estar con ustedes! Un abrazo
Pta wn, llevo años queriendo ir a la patagonia a pedalear en mi chancha y con esto me dan mas ganas de ir…
Tremenda forma de describir el ambiente!! Se agradece compartir esta pasión.
grande Alberto!
ya extrañando esos buenos momentos en coyhaique…
Un abrazo Teo!
bien weon!!! cojonudo report
Impresionante Articulo de este pelado. Yo creo que para los ciclistas apasionados, esto es vitaminas para nuestro espiritu.