Épica GAES pt. Final :: La Dureza desde adentro
Como ya lo vimos en la primera parte de este Report, esta dura carrera exigió no sólo piernas fuertes, sino una mente de acero. Junto a mi esposa Viviana decidimos correrla por desafío personal y por una invitación que nos hizo Assist Card a animarnos a esta tremenda prueba.
Antes de correrla habíamos estudiado carreras similares como el Titan Desert o el Cape Epic, para ver los volúmenes y altimetrías que podríamos encontrarnos, semanalmente cubríamos distancias de 350 kms y algo más de 6000 metros de ascenso en unas 25 horas de entrenamiento (todo lo que nuestro tiempo nos permitía invertir).
Conversamos con gente que había corrido carreras similares incluso abandonado en mitad de ellas y todos coincidían en que cuando llegabas a tu límite de aguante, aún te quedaba para llegar a la meta y con esa extraña incertidumbre llegamos a correrla.
Ningún corredor esperaba lo que se venía.
En carrera si bien encontramos grandes personas con increíbles historias también conocimos corredores de categoría internacional con hartas victorias a su haber y su participación en varias ediciones de Cape Epic, Titan Desert y Titan Trophy que son carreras del mismo estilo pero en diferentes partes del mundo, escogidas tanto por la belleza de sus parajes, como por la dureza de sus trazados.
Muchos venían a ganadores a un país “pequeño” con pocos corredores internacionales y muy baja experiencia en esta modalidad pero el mismo desierto se encargó de cambiar sus expectativas. En un minuto el hambre de ganar se transformó en necesidad de llegar.
Las etapas larguísimas con terrenos ásperos o en muchos casos impedaleables hacían que las jornadas se extendieran todo el día, largando normalmente a las 10 de la mañana y llegando fácilmente entre 5 y 6 de la tarde a meta con lo justo para mantenerte en pie.
Al principio impresionaba pero ya después era normal ver a corredores llegar en los autos de asistencia desmayados, deshidratados, exhaustos o heridos. Sólo deseabas que no fuese tan grave.
En nuestra carrera, de las 6 duplas que partimos corriendo, 4 corren frecuentemente el calendario internacional de carreras épicas, metiéndose dentro de las mejores 5 duplas. En este caso sólo 2 llegamos a la meta de las 6 etapas.
Una fractura de costillas de la chica de Argentina obligó a desistir a esa dupla. Una deshidratación severa de una de las mujeres de las duplas españolas cortó su carrera. El retiro en la primera etapa de otro dúo los desmoralizó tanto que no pudieron largar ningún otro día y la dupla de Colombia por cansancio no alcanzó a entrar en el tiempo de corte de uno de los check points y quedaron fuera. Sólo quedaba una dupla española de los Imparables y nosotros, los únicos Chilenos en carrera.
Cabe mencionar que los tiempos de corte no eran para hacer más rápida la carrera, sino que si permitían que los corredores continuaran, no alcanzarían a llegar al campamento de día y tal como nos dijo un Copiapino que seguía la carrera en su moto “con la noche del desierto no se juega mijito”
Y justamente, en una de las etapas con más dunas, la mezcla entre seguir el sendero y la navegación errónea hizo que 3 personas se perdieran y les cayera la noche. Por suerte en las primeras horas de la noche la arena permanece tibia y no debieron pagar tan caro su error al ser encontrados rápidamente por uno de los Jeeps de la organización.
Los últimos días eran más rodadores, pero costaba levantarse, el cuerpo estaba castigado por sobreuso y las heridas se hacían más profundas, aunque el ánimo y los consejos de los corredores más experimentados en el campamento hacían que fuese más llevadero.
Las dos etapas finales sumaban 160 kms y ya llegando a Bahía Inglesa, el clima, el viento y el sol eran más amigables, los casi 400 kilómetros de desierto ya habían pasado y sólo quedaba aguantar un poco más.
A todo esto, íbamos ganando y los chilenos que andaban lo sabían, por ende, cuando pegaba viento fuerte siempre había un buen amigo que pusiera el pecho por ti.
Ya que en duplas, el más fuerte debe asistir constantemente para mantener el ritmo, cargar más agua, más comida, subir y bajar a los abastecimientos para suplir las necesidades de ambos y estar atento para sacar la “camarita amiga” (una cámara de ruta sin válvula para evitar latigazos, que servía de cuerda) y ponerse a tirar cuan caballo de carreta, era un rol muy desgastante.
El final estaba a 42 kms…
Faltando 20 minutos para largar ya nadie calentaba, nadie andaba de allá para acá preparando sus cosas como era de costumbre, todos metidos en sus carpas vistiéndose a duras penas. Todos sabíamos que sería corto, pero ya nadie quería pedalear.
Con un grupo de amigos chilenos hicimos ese día un pacto de cuidarnos al menos la mitad de la carrera para asegurar que lleguemos y así fue. Llegando al KM 16 uno del pelotón se cae, algunos quedamos asistiéndolo, chequeándolo y revisando su bici. Las chicas que andaban con nosotros siguieron para no descontar y nosotros nos quedamos para ayudarle a retomar el pelotón, por suerte no fue grave, pero “la última” siempre viene con algo de mala suerte o al menos es un dicho popular entre los riders.
Las calaminas y las subidas no se hicieron esperar, pero a esas alturas casi no era nada, finalmente un rectón de costanera con ese bendito viento y la meta que se dejaba ver. Debo confesar que en ese momento nos invadió un sentimiento extraño, era alegría de terminar algo que nos había hecho sufrir demasiado pero pena de dejar esta dinámica de guerra a la que ya le habíamos agarrado el sabor.
Sólo 30% de todos los que largamos cruzamos esa meta inflable, y poco a poco llegaban nuestros amigos de carrera de todos países, algunos lloraban, otros tirados en la arena reían asimilando lo que habían vivido y nosotros mirábamos el entorno que no se volvería a repetir al día siguiente.
Un par de días después comienzas a procesar todo, en muchos puntos de la carrera te cuestionabas, buscabas cual era el sentido de cruzar kilómetros y kilómetros de dunas bajo el sol y viento implacable. Caminar mucho y castigar al cuerpo de esa manera. Pero ya superando la carrera te das cuenta de las grandes lecciones que aprendiste.
El límite estaba mucho más arriba de lo que pensaba, el cuerpo se adapta al sufrimiento y lo toma como algo del día a día y lo más importante es que puedes estar muy entrenado, eso preparará sólo a tu cuerpo para responder, sin embargo es la mente la que te hace seguir luchando, si la debilidad está ahí, no hay entrenamiento ni por duro que sea que pueda con eso.
Esta semana un pequeño grupo se integra a sus labores de persona normal, pero todos llevan una sonrisita cómplice de en esta ocasión, haberle ganado al desierto.
Buena!
Felicitaciones
Bien coco.